¿Porqué acercar la Educación al Arte? (Y el Arte a la Educación)


Carlos E. Arozamena

Fragmento de “Hacia una educación... superior”
Publicado en la revista Prometeo Nº 15
México: Universidad Iberoamericana


Es claro que en nuestro país, ante una tendencia muy grande a privilegiar la capacitación técnica y la especialización en las profesiones, corremos peligro de dejar de lado la riqueza que la experiencia artística puede aportar a la formación educativa, y con ello, el desarrollo de las capacidades expresivas y de crecimiento que son indispensables para el equilibrado desarrollo mental, emocional y espiritual en las personas.
Aunque existen ciertos contenidos artísticos en la educación, están contemplados sólo como elementos aislados, como una materia más. Esto es patente en la educación básica y media, donde encontramos contenidos como música, dibujo de imitación, teatro (sólo en algunas escuelas). Estas materias son impartidas como parte del curriculum escolar, sin embargo se vuelven optativas conforme se avanza en el grado académico, de tal forma que cuando los estudiantes llegan a la Universidad, a menos que la carrera elegida sea del área artística, queda a su criterio e inquietudes el buscar por su cuenta cualquier actividad que tenga que ver con el arte.
Así, aquellos alumnos que estudian en áreas no-artísticas (aquellas áreas de la educación universitaria en donde el arte no es un fin, ni la materia de estudio principal en los programas académicos) incluidas las disciplinas del Diseño y la Arquitectura, y que desean canalizar tales inquietudes, se ven en la necesidad de hacerlo en los tiempos libres, y con todas las limitaciones que hacer una actividad considerada de “tiempo libre” implica. Esto significa, que tales actividades se verán supeditadas a las cargas de trabajo académico que la carrera de la persona lleve, con poco o nulo apoyo de sus profesores para dedicarles tiempo.
Surgen así las siguientes interrogantes: ¿Cómo es que en un país como México, donde la riqueza cultural y la tradición artística y artesanal tienen reconocimiento a nivel local y mundial, el arte tenga tan poca presencia en la educación universitaria? ¿A qué se debe tal confinamiento del arte a santuarios equipados con sofisticados sistemas de seguridad; a ferias artesanales y salas de exposición o institutos especializados?
Una posible respuesta es que la educación universitaria promueve sólo en forma parcial el desarrollo, a nivel humano, de las personas. Es indudable que tal vínculo, el del arte con la educación, es necesario, indispensable y urgente, es un elemento de construcción de un proyecto de país más humano y que hasta ahora ha permanecido relegado a ciertos grupos, llámense artistas, artesanos o intelectuales.
No se pretende decir que arte y artesanía son la misma cosa. Tampoco se propone discutir sobre estilos, análisis históricos y críticos de obras de arte, o de sus grandes exponentes. La intención es invitar a la aventura interior del fenómeno humano de la autoexpresión y la sensibilidad a la propia creatividad, y buscar cómo estos fenómenos pudieran ser aprovechados en los procesos de enseñanza-aprendizaje; como ya lo sugiriera A. Maslow (1):

“... Espero que los procesos educativos, de los que se sabe que son prácticamente inoperantes en cuanto a aliviar la represión del “instinto”, puedan hacer mucho por que los procesos primarios sean aceptados e integrados en la vida consciente y preconsciente. La educación en el arte, la poesía y la danza, puede hacer en principio mucho en esta dirección.”

Resulta urgente incrementar la conciencia del personal de instituciones académicas superiores acerca de la necesidad de incluir contenidos de sensibilización a las experiencias artísticas para elevar el potencial humanístico de la educación universitaria.
De esta forma, los primeros en acceder a este tipo de contenidos deberían ser los profesores, con objeto de crear, un efecto “multiplicador” que podría repercutir en varias generaciones de alumnos, quienes serían los beneficiarios subsecuentes.
Se ha dicho que los artistas, por medio de su trabajo hacen visibles ciertos universos ante el entendimiento; a este proceso de “ver de otra forma” se debe mucho de la capacidad creadora del hombre. Pareciera a veces que la mayoría de las personas sólo podemos encontrar belleza en las obras de arte, en las pinturas, fotografías esculturas y otras de las que los artistas producen, ¡y no somos capaces de encontrarla en nuestro mundo cotidiano! Hemos olvidado que los artistas parten precisamente de este mundo cotidiano para crear sus obras, ellos son capaces de ver la belleza en nuestro entorno inmediato. Es indudable que tal capacidad está en todos los individuos, aunque no todos la desarrollen; esta capacidad aunada a una serie de valores sobre la naturaleza humana y su potencial de desarrollo puede ayudarnos a crecer y mejorar nuestro mundo.

(1) Maslow, Abraham. (1993). El hombre autorrealizado. Barcelona: Kairós. Pag. 182.

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